Con el estreno de "Gladiador II" revivió el cine de calidad de la mano de Paul Mescal
Ridley Scott estrenó una secuela a la altura de su primera parte: "Gladiador II" es sensacional y no queda en deuda con su predecesora al igual que Paul Mescal.
Las secuelas de películas que son un hito en la historia del cine, verdaderamente no son necesarias. Y, más allá de lo que pueda opinar, "Gladiador II" definitivamente no era un largometraje que necesitábamos. Pero qué privilegio cuando detrás de una historia así, hay un trabajo bien hecho. Realmente, no podía esperar menos de Ridley Scott, quien no me decepcionó en absoluto y nos regaló un obra magistral de cine. Si bien quiero desarrollar, punto por punto, por qué me gustó tanto esta secuela, la realidad es que tengo que admitir algunas cosas antes.
¿La primera de ellas? ¡Qué miedo que me daba! Tenía las expectativas demasiado altas y, lo cierto es que ir al cine así puede salir muy bien o muy mal, pero en esta ocasión y después de tanto tiempo, me salió bien. Debo admitir que Ridley Scott me había dejado con un sabor amargo después de "Napoleón", pero qué hermoso que vuelva a brillar. Para "Gladiador II" se tomó más de 20 años y supo aprovechar, a consciencia, cada de talle, cada giro de la trama y cada aspecto que necesitaba Paul Mescal para no depender de la figura de Russell Crowe.
En esta ocasión, Scott se enfoca 16 años después de la muerte de Máximo (Russell Crowe) a manos de Cósmico (Joaquín Phoenix), quien también muere en el Coliseo. Según lo que cuenta la historia, este hecho derivó en que Lucilla (Connie Nielsen) envíe a su hijo, Lucio (anteriormente interpretado por un joven Spencer Treat Clark) a África para huir de lo que parecía una muerte segura por ser el único heredero al trono. Pero, después de tanto tiempo y luego de que su nuevo hogar, Numidia, fue conquistado por los tiránicos emperadores que ahora gobiernan Roma con mano de hierro, Lucio (ahora interpretado por Paul Mescal) se ve obligado a volver al Coliseo tras convertirse en esclavo y, eventualmente, Gladiador. Su ingreso a la arena está lleno de rabia en su corazón, pero se da a sabiendas de que el futuro del Imperio está en juego. Por eso, el protagonista debe mirar hacia su pasado para encontrar la fuerza y el honor que le permitan devolver la gloria de Roma a su pueblo.
Sin dudas, el hecho de hacer la secuela de "Gladiador" sin contar con la presencia de Russell Crowe y Joaquín Phoenix era un riesgo bastante alto que solo una persona como Scott se podía tomar, pero el mayor desafío era que le saliera bien ¡y lo logró!. Definitivamente, Paul Mescal demostró estar a la altura del papel, en especial teniendo en cuenta que Crowe había dejado una vara no alta, sino insuperable. No solamente estudió cada movimiento con lujo de detalles, sino que volvió a dejar en evidencia su personalidad, su fuerza y su talento frente a las cámaras. ¿Crowe es incomparable? ¡Definitivamente! Pero, qué buen espectáculo nos da Mescal.
Su personaje está lleno de ira, lleno de dolor en su corazón después de la batalla que Numidia pierde, pero también con mucha sed de venganza y es, justamente, el talento de Mescal el que nos abre paso a conocer todos estos sentimientos. En especial cuando se encuentra con un villano tan sensacional como Denzel Washington, quien le da vida a Macrinus, el encargado de comprar a Lucius y llevarlo a Roma. También, su personaje lleno de ira y avaricia le da, en combinación con la rabia de Lucio, un ritmo intenso, fuerte y atrapante a una película que desafía todos los estereotipos de una secuela.
Además, como villanos, se suman los dos patéticos y tiránicos gemelos que gobiernan Roma, los emperadores Geta (Joseph Quinn) y Caracalla (Fred Hechinger), una combinación de actores que, si bien no tuvo una historia desarrollada, definitivamente, es un lujo verlos actuar. Psicóticos, pero visiblemente traumados, son los que hacen que la fuerza del personaje de Mescal sea aún más avasallante. Los gemelos son, en Roma, un momento de traspié que desafían la bondad, la tranquilidad del pueblo y, por supuesto, la misma grandeza del Imperio.
Es por eso que la aparición de Marcus Acacius (Pedro Pascal) como primer general, en el rol que anteriormente tenía Máximo (Russell Crowe), es un poco lo que apacigua a un pueblo que, verdaderamente, necesita un héroe. Sin dudas, esto es lo que marca la combinación entre héroes, anti héroes y villanos que, a pesar de que parece algo de una franquicia al estilo Marvel o DC, Scott lo adaptó a una historia como la de "Gladiador" en la que todos los condimentos son aceptados y, también, necesarios. Por eso, el elenco es un gran acierto.
Más allá de que me hubiese gustado ver mucho más protagonismo de Pedro Pascal y Joseph Quinn, la realidad es que Ridley Scott mantuvo el foco que era necesario: Paul Mescal siendo Lucio. Y así es cómo supo respetar a la predecesora, también de su creación, cumpliendo con lo que prometía: intrigas palaciegas, sangrientas y luchas cuerpo a cuerpo no exentas de gore en un Coliseo que puede tener la presencia de un rinoceronte o, mismo, una versión acuática.
Sin dudas, una película llena de presupuesto bien aprovechado que no solamente a nivel trama o actuaciones es una magnífica sucesora, sino también a nivel visual. Con un tono operístico que tiene, por momentos, un toque de tragedia shakesperiana pasada de rosca con múltiples conspiraciones, traiciones y juegos de máscaras, "Gladiador II" es una necesidad cinematográfica placentera donde Paul Mescal, de tan solo 28 años, sorteó todos los desafíos impuestos para interpretar a un personaje que, hace 20 años, se convirtió en un hito de la historia del cine con un magnífico Russell Crowe a la cabeza.
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