Ya se puede visitar la tumba del papa Francisco: ¿cómo es por dentro el lugar donde descansa?
El Vaticano entró en duelo hasta el cónclave que elegirá al sucesor. El cuerpo cardenalicio se reunirá después del domingo 4 de mayo.
El Vaticano entró este sábado en el primero de los nueve días de duelo por la muerte del pontífice a la espera del cónclave que elegirá al nuevo jefe de la Iglesia Católica. Si bien aún no se conoce la fecha de inicio de la reunión del cuerpo cardenalicio, se espera que sea en la semana del 5 al 9 de ese mayo, aunque podría retrasarse en caso de ser necesario.
El cónclave debe realizarse después de los nueve días que llevan los ritos de las exequias. Hay un plazo de entre 15 y 20 días para organizarlo.
Mientras, el Vaticano celebrará los tradicionales nueve días de duelo por la muerte del papa, conocidos como Novendiales. Se trata de celebraciones abiertas a todos, pero que prevén la participación de un grupo diferente cada día, teniendo en cuenta sus vínculos con el fallecido papa, según informó Vatican News.
Santa María la Mayor, las tumbas de los Papas y la devoción popular
La basílica de Santa María la Mayor ha estado siempre presente a lo largo del pontificado de Jorge Mario Bergoglio: desde su elección hasta el alta tras su última hospitalización en el Policlínico Gemelli de Roma. Francisco no es el primer Papa que es enterrado en esta iglesia tan vinculada al pueblo de Roma. Monseñor Lonardo: «El amor a Dios pasa por la Virgen».
Ya hay largas filas de miles de personas en el primer día de visita de fieles a la tumba de Francisco en la basílica romana de Santa María la Mayor en Roma, en el primer día de apertura al público. En el interior de Santa María la Mayor yacen los restos de Jorge Bergoglio, en una sepultura de piedra y tenuemente iluminada, luego de la ceremonia del sábado, después de su multitudinario funeral.
Sobre el féretro, el símbolo de Teresita que lo «escuchó»: una rosa blanca
A lo largo de su vida y de su pontificado, el Papa Francisco ha subrayado su vínculo con la mística carmelita, a la que, según ha contado, confiaba un problema, pidiéndole «no que lo resolviera, sino que lo tomara en sus manos y me ayudara a aceptarlo». Como «señal» recibía la flor. Así ocurrió también durante su hospitalización en el Gemelli. Y ahora una rosa blanca descansa sobre la lápida de mármol de la basílica de Santa María la Mayor.
Una rosa blanca reposa desde anoche sobre otro mármol, el de la placa de origen ligur con la inscripción Franciscus en la Basílica de Santa María la Mayor bajo la que descansan los restos mortales del Papa Francisco. No es una elección artística, sino de continuidad y devoción.
Esa flor ha acompañado toda la vida de Jorge Mario Bergoglio. Él mismo había hablado de ella en el libro-entrevista El Jesuita, escrito por los periodistas argentinos Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti, quienes, al describir la biblioteca del entonces arzobispo de Buenos Aires, observaron un jarrón lleno de rosas blancas en un estante, frente a una foto de la mística carmelita fallecida con sólo 24 años en 1897, canonizada por Pío XI y proclamada Doctora de la Iglesia por Juan Pablo II en 1997.
«Cuando tengo un problema – había explicado el entonces futuro Papa a los dos periodistas – pido a la santa, no que lo resuelva, sino que lo tome en su mano y me ayude a aceptarlo, y como señal casi siempre recibo una rosa blanca».
También había ocurrido al inicio de su pontificado, en septiembre del 2013, cuando convocó una vigilia de oración en la plaza de San Pedro por la paz en Siria, que en ese momento corría el riesgo de caer en el abismo de un sangriento conflicto. Durante la vigilia se leyeron fragmentos de la poesía de Santa Teresa de Lisieux y el Papa Francisco, de regreso a Santa Marta, recibió como regalo sorpresa una rosa blanca recogida por un jardinero en los Jardines Vaticanos.
El Papa recibió el mismo regalo pocos días después de su última hospitalización en el Policlínico Gemelli por una pulmonía bilateral: una rosa blanca de Santa Teresa, envuelta, procedente de la casa de Lisieux. La guardaba en una mesilla junto a su cama. Una «señal» de que la mística lo acompañó hasta los últimos momentos de su vida.
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